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"Antígona", Sófocles

ANTÍGONA:
Ya me has cogido. ¿Quieres algo más que matarme?
CREONTE:
Nada más; teniendo tu vida, tengo todo lo que quiero.
ANTÍGONA:
Pues, entonces, ¿a qué aguardas? Tus palabras me disgustan y ojalá me disgusten siempre, ya que a ti mis actos te son odiosos. ¿Qué hazaña hubiera podido realizar yo más gloriosa que de dar sepultura a mi hermano? (Con un gesto designando el CORO.) Todos los que me están escuchando me colmarían de elogios si el miedo no encadenase sus lenguas. Pero los tiranos cuentan entre sus ventajas la de poder hacer y decir lo quieren.
CREONTE:
Tú eres la única entre los cadmeos que ve las cosas así.
ANTÍGONA:
Ellos las ven como yo; pero ante ti, sellan sus labios.
CREONTE:
Y tú, ¿cómo no enrojeces de vergüenza de disentir de ellos?
ANTÍGONA:
No hay motivos para enrojecer por honrar a los que salieron del mismo seno.
CREONTE:
¿No era también hermano tuyo el que murió combatiendo contra el otro?
ANTÍGONA:
Era mi hermano de padre y de madre.
CREONTE:
Entonces, ¿por qué hacer honores al uno que resultan impíos para con el otro?
ANTÍGONA:
No diría que lo son el cadáver del muerto.
CREONTE:
Sí; desde el momento en que tú rindes a este muerto más honores que al otro.
ANTÍGONA:
No murió como su esclavo, sino como su hermano.
CREONTE:
Sin embargo, el uno asolaba esta tierra y el otro luchaba por nosotros.
ANTÍGONA:
Hades, sin embargo, quiere igualdad de leyes para todos.
CREONTE:
Pero al hombre virtuoso no se le debe igual trato que al malvado.
ANTÍGONA:
¿Quién sabe si esas máximas son santas allá abajo?
CREONTE:
No; nunca un enemigo mío será mi amigo después de muerto.
ANTÍGONA:
No he nacido para compartir el odio, sino el amor.
CREONTE:
Ya que tienes que amar, baja, pues, bajo tierra a amar a los que ya están allí. En cuanto a mí, mientras viva, jamás una mujer me mandará.



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