LIBRO II
| El real del Sol era, por sus sublimes columnas, alto, | |||
| claro por su rielante oro y, que a las llamas imita, por su piropo, | |||
| cuyo marfil nítido las cúspides supremas cubría; | |||
| de plata sus bivalvas puertas radiaban de su luz. | |||
| A la materia superaba su obra; pues Múlciber allí | 5 | ||
| las superficies había cincelado, que ciñen sus intermedias tierras, | |||
| y de esas tierras el orbe, y el cielo, que domina el orbe. | |||
| Azules tiene la onda sus dioses: a Tritón el canoro, | |||
| a Proteo el ambiguo, y de las ballenas apretando, | |||
| a Egeón, las inabarcables espaldas con sus brazos, | 10 | ||
| a Doris y a sus nacidas, de las cuales, parte nadar parece, | |||
| parte, en una mole sentada, sus verdes cabellos secar; | |||
| de un pez remolcarse algunas; su faz no es de todas una misma, | |||
| no distante, aun así, cual decoroso es entre hermanas. | |||
| La tierra hombres y ciudades lleva, y espesuras y fieras | 15 | ||
| y corrientes y ninfas y los restantes númenes del campo. | |||
| De ello encima, impuesta fue del fulgente cielo la imagen, | |||
| y signos seis en las puertas diestras y otros tantos en las siniestras. | |||
| Adonde, en cuanto por su ascendente senda de Clímene la prole | |||
| llegó y entró de su dudado padre en los techos, | 20 | ||
| en seguida hacia los patrios rostros lleva sus plantas, | |||
| y se apostó lejos, pues no más cercanas soportaba | |||
| sus luces: de una purpúrea vestidura velado, sentábase | |||
| en el solio Febo, luciente de sus claras esmeraldas. | |||
| A diestra e izquierda el Día y el Mes y el Año, | 25 | ||
| y los Siglos, y puestas en espacios iguales las Horas, | |||
| y la Primavera nueva estaba, ceñida de floreciente corona, | |||
| estaba desnudo el Verano y coronas de espigas llevaba; | |||
| estaba también el Otoño, de las pisadas uvas sucio, | |||
| y glacial el Invierno, arrecidos sus canos cabellos. | 30 | ||
| Desde ahí, central según su lugar, por la novedad de las cosas atemorizado | |||
| al joven el Sol con sus ojos, con los que divisa todo, ve, | |||
| y «¿Cuál de tu ruta es la causa? ¿A qué en este recinto», dice, «acudías, | |||
| progenie, Faetón, que tu padre no ha de negar?». | |||
| Él responde: «Oh luz pública del inmenso mundo, | 35 | ||
| Febo padre, si me das el uso del nombre este | |||
| y Clímene una culpa bajo esa falsa imagen no esconde: | |||
| prendas dame, genitor, por las que verdadera rama tuya | |||
| se me crea y el error arranca del corazón nuestro». | |||
| Había dicho, mas su genitor, alrededor de su cabeza toda rielantes | 40 | ||
| se quitó los rayos, y más cerca avanzar le ordenó | |||
| y un abrazo dándole: «Tú de que se niegue que eres mío | |||
| digno no eres, y Clímene tus verdaderos» dice «orígenes te ha revelado, | |||
| y para que menos lo dudes, cualquier regalo pide, que, | |||
| pues te lo otorgaré, lo tendrás. De mis promesas testigo sea, | 45 | ||
| por la que los dioses han de jurar, la laguna desconocida para los ojos nuestros». | |||
| No bien había cesado, los carros le ruega él paternos, | |||
| y, para un día, el mando y gobierno de los alípedes caballos. | |||
| Le pesó el haberlo jurado al padre, el cual, tres y cuatro veces | |||
| sacudiendo su ilustre cabeza: «Temeraria», dijo, | 50 | ||
| «la voz mía por la tuya se ha hecho. Ojalá mis promesas pudiera | |||
| no conceder. Confieso que sólo esto a ti, mi nacido, te negaría; | |||
| pero disuadirte me es dado: no es tu voluntad segura. | |||
| Grandes pides, Faetón, regalos, y que ni a las fuerzas | |||
| esas convienen ni a tan pueriles años. | 55 | ||
| La suerte tuya mortal: no es mortal lo que deseas. | |||
| A más incluso de lo que los altísimos alcanzar pueden, | |||
| ignorante, aspiras; aunque pueda a sí mismo cada uno complacerse, | |||
| ninguno, aun así, es capaz de asentarse en el eje | |||
| portador del fuego, yo exceptuado. También el regidor del vasto Olimpo, | 60 | ||
| que fieros rayos lanza con su terrible diestra, | |||
| no llevará estos carros, y qué que Júpiter mayor tenemos. | |||
| Ardua la primera vía es y con la que apenas de mañana, frescos, | |||
| pugnan los caballos; en medio está la más alta del cielo, | |||
| desde donde el mar y las tierras a mí mismo muchas veces ver | 65 | ||
| me dé temor, y de pávido espanto tiemble mi pecho; | |||
| la última, inclinada vía es, y precisa de manejo cierto: | |||
| entonces, incluso la que me recibe en sus sometidas olas, | |||
| que yo no caiga de cabeza, Tetis misma, suele temer. | |||
| Añade que de una continua rotación se arrebata el cielo | 70 | ||
| y sus estrellas altas arrastra y en una rápida órbita las vira. | |||
| Pugno yo en contra, y no el ímpetu que a lo demás a mí me | |||
| vence, y contrario circulo a ese rápido orbe. | |||
| Figúrate que se te han dado los carros. ¿Qué harás? ¿Podrías | |||
| en contra ir de los rotantes polos para que no te arrebate el veloz eje? | 75 | ||
| Acaso, también, las florestas allí y las ciudades de los dioses | |||
| concibas en tu ánimo que están, y sus santuarios ricos | |||
| en dones. A través de insidias el camino es, y de formas de fieras, | |||
| y aunque tu ruta mantengas y ningún error te arrastre, | |||
| a través, aun así, de los cuernos pasarás del adverso Toro, | 80 | ||
| y de los hemonios arcos, y la boca del violento León, | |||
| y del que sus salvajes brazos curva en un circuito largo, | |||
| el Escorpión, y del que de otro modo curva sus brazos, el Cangrejo. | |||
| Tampoco mis cuadrípedes, ardidos por los fuegos esos | |||
| que en su pecho tienen, que por su boca y narices exhalan, | 85 | ||
| a tu alcance gobernar está: apenas a mí me sufren cuando sus agrios | |||
| ánimos se enardecen, y su cerviz rechaza las riendas. | |||
| Mas tú, de que no sea yo para ti el autor de este funesto regalo, | |||
| mi nacido, cuida y, mientras la cosa lo permite, tus votos corrige. | |||
| Claro es que para que de nuestra sangre tú engendrado te creas | 90 | ||
| unas prendas ciertas pides: te doy unas prendas ciertas temiendo, | |||
| y con el paterno miedo que tu padre soy pruebo. Mira los rostros | |||
| aquí míos, y ojalá tus ojos en mi pecho pudieras | |||
| inserir y dentro desprender los paternos cuidados. | |||
| Y, por último, cuanto tiene el rico cosmos mira en derredor, | 95 | ||
| y de tantos y tan grandes bienes del cielo y la tierra | |||
| y el mar demanda algo: ninguna negativa sufrirás. | |||
| Te disuado de esto solo, que por verdadero nombre un castigo, | |||
| no un honor es: un castigo, Faetón, en vez de un regalo demandas. | |||
| ¿Por qué mi cuello sostienes, ignorante, con tus blandos brazos? | 100 | ||
| No lo dudes, se te concederá -las estigias ondas hemos jurado- | |||
| aquello que pidas. Pero tú con más sabiduría pide. | |||
| Había acabado sus advertencias. Sus palabras, aun así, él rechaza | |||
| y su propósito apremia y flagra en el deseo del carro. | |||
| Así pues, lo que podía, su genitor, irresoluto, a los altos | 105 | ||
| conduce al joven, de Vulcano regalos, carros. | |||
| Áureo el eje era, el timón áureo, áurea la curvatura | |||
| de la extrema rueda, de los radios argénteo el orden. | |||
| Por los yugos unos crisólitos y, puestas en orden, unas gemas, | |||
| claras devolvían sus luces, reverberante, a Febo. | 110 | ||
| Y mientras de ello, henchido, Faetón se admira y su obra | |||
| escruta, he aquí que vigilante abrió desde el nítido orto | |||
| la Aurora sus purpúreas puertas, y plenos de rosas | |||
| sus atrios. Se dispersan las estrellas, cuyas columnas conduce | |||
| el Lucero, y de su posta del cielo el postrero sale: | 115 | ||
| al cual cuando buscar las tierras, y que el cosmos enrojecía, vio, | |||
| y los cuernos como desvanecerse de la extrema luna, | |||
| uncir los caballos el Titán impera a las veloces Horas. | |||
| Sus órdenes las diosas rápidas cumplen y, fuego vomitando | |||
| y de jugo de ambrosia saciados, de sus pesebres altos | 120 | ||
| a los cuadrípedes sacan, y les añaden sus sonantes frenos. | |||
| Entonces el padre la cara de su nacido con una sagrada droga | |||
| tocó y la hizo paciente de la arrebatadora llama | |||
| e impuso a su pelo los rayos, y, présagos del luto, | |||
| de su pecho angustiado reiterando suspiros, dijo: | 125 | ||
| «Si puedes a estas advertencias al menos obedecer de tu padre, | |||
| sé parco, chico, con las aguijadas, y más fuerte usa las bridas. | |||
| Por sí mismos se apresuran: la labor es inhibirles tal deseo. | |||
| Y no a ti te plazca la ruta, derechos, a través de los cinco arcos. | |||
| Cortada en oblicuo hay, de ancha curvatura, una senda, | 130 | ||
| y, con la frontera de tres zonas contentándose, del polo | |||
| rehúye austral y, vecina a los aquilones, de la Osa. | |||
| Por aquí sea tu camino: manifiestas de mi rueda las huellas divisarás; | |||
| y para que soporten los justos el cielo y la tierra calores, | |||
| ni hundas ni yergas por los extremos del éter el carro. | 135 | ||
| Más alto pasando los celestes techos quemarás, | |||
| más bajo, las tierras: por el medio segurísimo irás. | |||
| Tampoco a ti la más diestra te decline hacia la torcida Serpiente, | |||
| ni tu más siniestra rueda te lleve, hundido, al Ara. | |||
| Entre ambos manténte. A la Fortuna lo demás encomiendo, | 140 | ||
| la cual te ayude, y que mejor que tú por ti vele, deseo. | |||
| Mientras hablo, puestas en el vespertino litoral, sus metas | |||
| la húmeda noche ha tocado; no es la demora libre para nos. | |||
| Se nos reclama, y fulge, las tinieblas ahuyentadas, la Aurora. | |||
| Coge en la mano las riendas, o, si un mudable pecho | 145 | ||
| es el tuyo, los consejos, no los carros usa nuestros. | |||
| Mientras puedes y en unas sólidas sedes todavía estás, | |||
| y mientras, mal deseados, todavía no pisas, ignorándolos, mis ejes, | |||
| las que tú seguro contemples, déjame dar, las luces a las tierras». | |||
| Ocupa él con su juvenil cuerpo el leve carro | 150 | ||
| y se aposta encima, y de que a sus manos las leves riendas hayan tocado | |||
| se goza, y las gracias da de ello a su contrariado padre. | |||
| Entre tanto, voladores, Pirois, y Eoo y Eton, | |||
| del Sol los caballos, y el cuarto, Flegonte, con sus relinchos llameantes | |||
| las auras llenan y con sus pies las barreras baten. | 155 | ||
| Las cuales, después de que Tetis, de los hados ignorante de su nieto, | |||
| retiró, y hecha les fue provisión del inmenso cielo, | |||
| cogen la ruta y sus pies por el aire moviendo | |||
| a ellos opuestas hienden las nubes, y con sus plumas levitando | |||
| atrás dejan, nacidos de esas mismas partes, a los Euros. | 160 | ||
| Pero leve el peso era y no el que conocer pudieran | |||
| del Sol los caballos, y de su acostumbrado peso el yugo carecía, | |||
| y como se escoran, curvas, sin su justo peso las naves, | |||
| y por el mar, inestables por su excesiva ligereza, vanse, | |||
| así, de su carga acostumbrada vacío, da en el aire saltos | 165 | ||
| y es sacudido hondamente, y semejante es el carro a uno inane. | |||
| Lo cual en cuanto sintieron, se lanzan, y el trillado espacio | |||
| abandonan los cuadríyugos, y no en el que antes orden corren. | |||
| Él se asusta, y no por dónde dobla las riendas a él encomendadas, | |||
| ni sabe por dónde sea el camino, ni si lo supiera se lo imperaría a ellos. | 170 | ||
| Entonces por primera vez con rayos se calentaron los helados Triones | |||
| y, vedada, en vano intentaron en la superficie bañarse, | |||
| y la que puesta está al polo glacial próxima, la Serpiente, | |||
| del frío yerta antes y no espantable para nadie, | |||
| se calentó y tomó nuevas con esos hervores unas iras. | 175 | ||
| Tú también que turbado huiste cuentan, Boyero, | |||
| aunque tardo eras y tus carretas a ti te retenían. | |||
| Pero cuando desde el supremo éter contempló las tierras | |||
| el infeliz Faetón, que a lo hondo, y a lo hondo, yacían, | |||
| palideció y sus rodillas se estremecieron del súbito temor, | 180 | ||
| y le fueron a sus ojos tinieblas en medio de tanta luz brotadas, | |||
| y ya quisiera los caballos nunca haber tocado paternos, | |||
| ya de haber conocido su linaje le pesa, y de haber prevalecido en su ruego. | |||
| Ya, de Mérope decirse deseando, igual es arrastrado que un pino | |||
| llevado por el vertiginoso bóreas, al que vencidos sus frenos | 185 | ||
| ha soltado su propio regidor, y al que a los dioses y a los rezos ha abandonado. | |||
| ¿Qué haría? Mucho cielo a sus espaldas ha dejado; | |||
| ante sus ojos más hay. Con el ánimo mide los dos; | |||
| y, ya, los que su hado alcanzar no es, | |||
| delante mira los ocasos; a las veces detrás mira los ortos, | 190 | ||
| y, de qué hacer ignorante, suspendido está, y ni los frenos suelta | |||
| ni de retenerlos es capaz, ni los nombres conoce de los caballos. | |||
| Esparcidas también en el variado cielo por todos lados maravillas, | |||
| y ve, tembloroso, los simulacros de las vastas fieras. | |||
| Hay un lugar, donde en gemelos arcos sus brazos concava | 195 | ||
| el Escorpión, y con su cola, y dobladas a ambos lados sus pinzas, | |||
| alarga en espacio los miembros de sus dos signos: | |||
| a éste el muchacho, cuando, húmedo del sudor de su negro veneno, | |||
| y heridas amenazando con su curvada cúspide, ve, | |||
| de la razón privado por el helado espanto las bridas soltó. | 200 | ||
| Las cuales, después de que tocaron postradas lo alto de sus espaldas, | |||
| se desorbitan los caballos y, nadie reteniéndolos, por las auras | |||
| de una ignota región van, y por donde su ímpetu les lleva, | |||
| por allá sin ley se lanzan, y bajo el alto éter se precipitan | |||
| contra las fijas estrellas y arrebatan por lo inaccesible el carro, | 205 | ||
| y ya lo más alto buscan, ya en pendiente y por rutas | |||
| vertiginosas a un espacio a la tierra más cercano vanse, | |||
| y de que más bajo que los suyos corran los fraternos caballos | |||
| la Luna se admira, y abrasadas las nubes humean. | |||
| Se prende en llamas, según lo que está más alto, la tierra, | 210 | ||
| y hendida produce grietas, y de sus jugos privada se deseca. | |||
| Los pastos canecen, con sus frondas se quema el árbol, | |||
| y materia presta para su propia perdición el sembrado árido. | |||
| De poco me quejo: grandes perecen, con sus murallas, ciudades, | |||
| y con sus pueblos los incendios a enteras naciones | 215 | ||
| en ceniza tornan; las espesuras con sus montes arden, | |||
| arde el Atos y el Tauro cílice y el Tmolo y el Oete | |||
| y, entonces seco, antes abundantísimo de fontanas, el Ide, | |||
| y el virgíneo Helicón y todavía no de Eagro el Hemo. | |||
| Arde a lo inmenso con geminados fuegos el Etna | 220 | ||
| y el Parnaso bicéfalo y el Érix y el Cinto y el Otris | |||
| y, que por fin de nieves carecería, el Ródope, y el Mimas | |||
| y el Díndima y el Mícale y nacido para lo sagrado el Citerón, | |||
| y no le aprovechan a Escitia sus fríos: el Cáucaso arde | |||
| y el Osa con el Pindo y mayor que ambos el Olimpo, | 225 | ||
| y los aéreos Alpes y el nubífero Apenino. | |||
| Entonces en verdad Faetón por todas partes el orbe | |||
| mira incendiado, y no soporta tan grandes calores, | |||
| e hirvientes auras, como de una fragua profunda, | |||
| con la boca atrae, y los carros suyos encandecerse siente; | 230 | ||
| y no ya las cenizas, y de ellas arrojada la brasa, | |||
| soportar puede, y envuelto está por todos lados de caliente humo, | |||
| y a dónde vaya o dónde esté, por una calina como de pez cubierto, | |||
| no sabe, y al arbitrio de los voladores caballos es arrebatado. | |||
| De su sangre, entonces, creen, al exterior de sus cuerpos llamada, | 235 | ||
| que los pueblos de los etíopes trajeron su negro color. | |||
| Entonces se hizo Libia, arrebatados sus humores con ese bullir, | |||
| árida, entonces las ninfas, con sueltos cabellos, a sus fontanas | |||
| y lagos lloraron: busca Beocia a su Dirce, | |||
| Argos a Amímone, Éfire a las pirénidas ondas. | 240 | ||
| Y tampoco las corrientes, las agraciadas con riberas distantes de lugar, | |||
| seguras permanecen: en mitad el Tanais humeaba de sus ondas, | |||
| y también Peneo el viejo y el teutranteo Caíco | |||
| y el veloz Ismeno con el fegíaco Erimanto | |||
| y el que habría de arder de nuevo, el Janto, y el flavo Licormas | 245 | ||
| y el que juega, el Meandro, entre sus recurvadas ondas, | |||
| y el migdonio Melas y el tenario Eurotas. | |||
| Ardió también el Eufrates babilonio, ardió el Orontes | |||
| y el Termodonte raudo y el Ganges y el Fasis y el Histro. | |||
| Bulle el Alfeo, las riberas del Esperquío arden, | 250 | ||
| y el que en su caudal el Tajo lleva, fluye, por los fuegos, el oro, | |||
| y las que frecuentaban con su canción las meonias riberas, | |||
| sus fluviales aves, se caldean en mitad del Caístro. | |||
| El Nilo al extremo huye, aterrorizado, del orbe, | |||
| y se tapó la cabeza, que todavía está escondida; sus siete embocaduras, | 255 | ||
| polvorientas, están vacías, siete, sin su corriente, valles. | |||
| El azar mismo los ismarios Hebro y Estrimón seca, | |||
| y los Vespertinos caudales del Rin, el Ródano y el Po, | |||
| y al que fue de todas las cosas prometido el poder, al Tíber. | |||
| Saltó en pedazos todo el suelo y penetra en los Tártaros por las grietas | 260 | ||
| la luz, y aterra, con su esposa, al infernal rey; | |||
| y el mar se contrae, y es un llano de seca arena | |||
| lo que poco antes ponto era, y, los que alta cubría la superficie, | |||
| sobresalen esos montes y las esparcidas Cícladas ellos acrecen. | |||
| Lo profundo buscan los peces y no sobre las superficies, curvos, | 265 | ||
| a elevarse se atreven los delfines hacia sus acostumbradas auras; | |||
| los cuerpos de las focas, de espaldas sobre lo extremo del profundo, | |||
| exánimes, nadan; el mismo incluso Nereo, fama es, | |||
| y Doris y sus nacidas, que se ocultaron bajo tibias cavernas. | |||
| Tres veces Neptuno, de las aguas, sus brazos con torvo semblante | 270 | ||
| a extraer se atrevió, tres veces no soportó del aire los fuegos. | |||
| La nutricia Tierra, aun así, como estaba circundada de ponto, | |||
| entre las aguas del piélago y, contraídas por todos lados, sus fontanas, | |||
| que se habían escondido en las vísceras de su opaca madre, | |||
| sostuvo hasta el cuello, árida, su devastado rostro | 275 | ||
| y opuso su mano a su frente, y con un gran temblor | |||
| todo sacudiendo, un poco se asentó y más abajo | |||
| de lo que suele estar quedó, y así con seca voz habló: | |||
| «Si te place esto y lo he merecido, ¿a qué, oh, tus rayos cesan, | |||
| supremo de los dioses? Pueda la que ha de perecer por las fuerzas del fuego, | 280 | ||
| por el fuego perecer tuyo, y su calamidad por su autor aliviar. | |||
| Apenas yo, ciertamente, mis fauces para estas mismas palabras libero» | |||
| -le oprimía la boca el vapor- «quemados, ay, mira mis cabellos, | |||
| y en mis ojos tanta, tanta sobre mi cara brasa. | |||
| ¿Estos frutos a mí, este premio de mi fertilidad | 285 | ||
| y de mi servicio me devuelves, porque las heridas del combado arado | |||
| y de los rastrillos soporto, y todo se me hostiga el año, | |||
| porque al ganado frondas, y alimentos tiernos, los granos, | |||
| al humano género, a vosotros también inciensos, suministro? | |||
| Pero aun así, este final pon que yo he merecido ¿Qué las ondas, | 290 | ||
| qué ha merecido tu hermano? ¿Por qué, a él entregadas en suerte, | |||
| las superficies decrecen y del éter más lejos se marchan? | |||
| Y si ni la de tu hermano, ni a ti mi gracia te conmueve, | |||
| mas del cielo compadécete tuyo. Mira a ambos lados: | |||
| humea uno y otro polo, los cuales si viciara el fuego, | 295 | ||
| los atrios vuestros se desplomarán. Atlante, ay, mismo padece, | |||
| y apenas en sus hombros candente sostiene el eje. | |||
| Si los estrechos, si las tierras perecen, si el real del cielo: | |||
| en el caos antiguo nos confundimos. Arrebata a las llamas | |||
| cuanto todavía quede y vela por la suma de las cosas». | 300 | ||
| Había dicho esto la Tierra, puesto que ni tolerar el vapor | |||
| más allá pudo ni decir más, y la boca | |||
| suya se devolvió a sí misma, y a sus cavernas a los manes más cercanas. | |||
| Mas el padre omnipotente, los altísimos poniendo por testigos y a aquél mismo | |||
| que había dado sus carros, de que, si ayuda él no prestara, todas las cosas de un hado | 305 | ||
| desaparecerían grave, acude, arduo, al supremo recinto | |||
| desde donde suele las nubes congregar sobre las anchas tierras, | |||
| desde donde mueve los truenos, y sus blandidos rayos lanza. | |||
| Pero ni las que pudiera sobre las tierras congregar, nubes | |||
| entonces tuvo, ni las que del cielo mandara, lluvias: | 310 | ||
| truena, y balanceando un rayo desde su diestra oreja | |||
| lo mandó al auriga y, al par, de su aliento y de sus ruedas | |||
| lo expelió, y apacentó con salvajes fuegos los fuegos. | |||
| Constérnanse los caballos, y un salto dando en contrario | |||
| sus cuellos del yugo arrebatan, y sus rotas correas abandonan: | 315 | ||
| por allí los frenos yacen, por allí, del timón arrancado, | |||
| el eje, en esta parte los radios de las quebradas ruedas, | |||
| y esparcidos quedan anchamente los vestigios del lacerado carro. | |||
| Mas Faetón, con llama devastándole sus rútilos cabellos, | |||
| rodando cae en picado, y en un largo trecho por los aires | 320 | ||
| va, como a las veces desde el cielo una estrella, sereno, | |||
| aunque no ha caído, puede que ha caído parecer. | |||
| Al cual, lejos de su patria, en el opuesto orbe, el máximo | |||
| Erídano lo recibió, y le lavó, humeante, la cara. | |||
| Las náyades Vespertinas, por la trífida llama humeante, | 325 | ||
| su cuerpo dan a un túmulo, e inscriben también con esta canción la roca: | |||
| AQUÍ · SITO · QUEDA · FAETÓN · DEL · CARRO · AURIGA · PATERNO | |||
| QUE · SI · NO · LO · DOMINÓ · AUN · ASÍ · SUCUMBIÓ · A · UNAS · GRANDES · OSADÍAS | |||
| Pues su padre, cubiertos por su luto afligido, digno de compasión, | |||
| había escondido sus semblantes, y si es que lo creemos, que un único | 330 | ||
| día pasó sin sol refieren; los incendios luz | |||
| prestaban, y algún uso hubo en el mal aquel. De: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/metamorfosis--0/html/ff8ccec6-82b1-11df-acc7-002185ce6064_3.html#I_4_ |
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