| De ahí por el inmenso éter, velado de su atuendo | ||||
| de azafrán, se aleja, y a las orillas de los cícones Himeneo | ||||
| tiende, y no en vano por la voz de Orfeo es invocado. | ||||
| Asistió él, ciertamente, pero ni solemnes palabras, | ||||
| ni alegre rostro, ni feliz aportó su augurio; | 5 | |||
| la antorcha también, que sostenía, hasta ella era estridente de lacrimoso humo, | ||||
| y no halló en sus movimientos fuegos ningunos. | ||||
| El resultado, más grave que su auspicio. Pues por las hierbas, mientras | ||||
| la nueva novia, cortejada por la multitud de las náyades, deambula, | ||||
| muere al recibir en el tobillo el diente de una serpiente. | 10 | |||
| A la cual, a las altísimas auras después que el rodopeio bastante hubo llorado, | ||||
| el vate, para no dejar de intentar también las sombras, | ||||
| a la Estige osó descender por la puerta del Ténaro, | ||||
| y a través de los leves pueblos y de los espectros que cumplieran con el sepulcro, | ||||
| a Perséfone acude y al que los inamenos reinos posee, | 15 | |||
| de las sombras el señor, y pulsados al son de sus cantos los nervios, | ||||
| así dice: «Oh divinidades del mundo puesto bajo el cosmos, | ||||
| al que volvemos a caer cuanto mortal somos creados, | ||||
| si me es lícito, y, dejando los rodeos de una falsa boca, | ||||
| la verdad decir dejáis, no aquí para ver los opacos | 20 | |||
| Tártaros he descendido, ni para encadenar las triples | ||||
| gargantas, vellosas de culebras, del monstruo de Medusa. | ||||
| Causa de mi camino es mi esposa, en la cual, pisada, | ||||
| su veneno derramó una víbora y le arrebató sus crecientes años. | ||||
| Poder soportarlo quise y no negaré que lo he intentado: | 25 | |||
| me venció Amor. En la altísima orilla el dios este bien conocido es. | ||||
| Si lo es también aquí lo dudo, pero también aquí, aun así, auguro que lo es | ||||
| y si no es mentida la fama de tu antiguo rapto, | ||||
| a vosotros también os unió Amor. Por estos lugares yo, llenos de temor, | ||||
| por el Caos este ingente y los silencios del vasto reino, | 30 | |||
| os imploro, de Eurídice detened sus apresurados hados. | ||||
| Todas las cosas os somos debidas, y un poco de tiempo demorados, | ||||
| más tarde o más pronto a la sede nos apresuramos única. | ||||
| Aquí nos encaminamos todos, esta es la casa última y vosotros | ||||
| los más largos reinados poseéis del género humano. | 35 | |||
| Ella también, cuando sus justos años, madura, haya pasado, | ||||
| de la potestad vuestra será: por regalo os demando su disfrute. | ||||
| Y si los hados niega la venia por mi esposa, decidido he | ||||
| que no querré volver tampoco yo. De la muerte de los dos gozaos». | ||||
| Al que tal decía y sus nervios al son de sus palabras movía, | 40 | |||
| exangües le lloraban las ánimas; y Tántalo no siguió buscando | ||||
| la onda rehuida, y atónita quedó la rueda de Ixíon, | ||||
| ni desgarraron el hígado las aves, y de sus arcas libraron | ||||
| las Bélides, y en tu roca, Sísifo, tú te sentaste. | ||||
| Entonces por primera vez con sus lágrimas, vencidas por esa canción, fama es | 45 | |||
| que se humedecieron las mejillas de las Euménides, y tampoco la regia esposa | ||||
| puede sostener, ni el que gobierna las profundidades, decir que no a esos ruegos, | ||||
| y a Eurídice llaman: de las sombras recientes estaba ella | ||||
| en medio, y avanzó con un paso de la herida tardo. | ||||
| A ella, junto con la condición, la recibe el rodopeio héroe, | 50 | |||
| de que no gire atrás sus ojos hasta que los valles haya dejado | ||||
| del Averno, o defraudados sus dones han de ser. | ||||
| Se coge cuesta arriba por los mudos silencios un sendero, | ||||
| arduo, oscuro, de bruma opaca denso, | ||||
| y no mucho distaban de la margen de la suprema tierra. | 55 | |||
| Aquí, que no abandonara ella temiendo y ávido de verla, | ||||
| giró el amante sus ojos, y en seguida ella se volvió a bajar de nuevo, | ||||
| y ella, sus brazos tendiendo y por ser sostenida y sostenerse contendiendo, | ||||
| nada, sino las que cedían, la infeliz agarró auras. | ||||
| Y ya por segunda vez muriendo no hubo, de su esposo, | 60 | |||
| de qué quejarse, pues de qué se quejara, sino de haber sido amada, | ||||
| y su supremo adiós, cual ya apenas con sus oídos él | ||||
| alcanzara, le dijo, y se rodó de nuevo adonde mismo. | ||||
| No de otro modo quedó suspendido por la geminada muerte de su esposa Orfeo | ||||
| que el que temeroso de ellos, el de en medio portando las cadenas, | 65 | |||
| los tres cuellos vio del perro, al cual no antes le abandonó su espanto | ||||
| que su naturaleza anterior, al brotarle roca a través de su cuerpo; | ||||
| y el que hacia sí atrajo el crimen y quiso parecer, | ||||
| Óleno, que era culpable; y tú, oh confiada en tu figura, | ||||
| infeliz Letea, las tuyas, corazones unidísimos | 70 | |||
| en otro tiempo, ahora piedras a las que húmedo sostiene el Ida. | ||||
| Implorante, y en vano otra vez atravesar queriendo, | ||||
| el barquero le vetó: siete días, aun así él, | ||||
| sucio en esa ribera, de Ceres sin la ofrenda estuvo sentado. | ||||
| El pesar y el dolor del ánimo y lágrimas sus alimentos fueron. | 75 | |||
| De que eran los dioses del Érebo crueles habiéndose lamentado, hacia el alto | ||||
| Ródope se recogió y, golpeado de los aquilones, al Hemo. | ||||
| Al año, concluido por los marinos Peces, el tercer | ||||
| Titán le había dado fin, y rehuía Orfeo de toda | ||||
| Venus femenina, ya sea porque mal le había parado a él, | 80 | |||
| o fuera porque su palabra había dado; de muchas, aun así, el ardor | ||||
| se había apoderado de unirse al vate: muchas se dolían de su rechazo. | ||||
| Él también, para los pueblos de los tracios, fue el autor de transferir | ||||
| el amor hacia los tiernos varones, y más acá de la juventud | ||||
| de su edad, la breve primavera cortar y sus primeras flores. | ||||
Comentarios
Publicar un comentario