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Mostrando entradas de diciembre, 2017

'El arte de amar', Ovidio

PRÓLOGO  Si alguien en la ciudad de Roma ignora el arte de amar, lea mis páginas, y ame instruido por sus versos. El arte impulsa con las velas y el remo las ligeras naves, el arte guía los veloces carros, y el amor se debe regir por el arte. Automedonte sobresalía en la conducción de los carros y el manejo de las flexibles riendas; Tifis acreditó su maestría en el gobierno de la nave de los Argonautas; Venus me ha escogido por el confidente de su tierno hijo, y espero ser llamado el Tifis y el Automedonte del amor. Éste en verdad es cruel, y muchas veces experimenté su enojo; pero es niño, y apto por su corta edad para ser guiado. La cítara de Quirón educó al jovenzuelo Aquiles, domando su carácter feroz con la dulzura de la música; y el que tantas veces intimidó a sus compañeros y aterró a los enemigos, dícese que temblaba en presencia de un viejo cargado de años, y ofrecía sumiso al castigo del maestro aquellas manos que habían de ser tan funestas a Héctor. Quirón fue el maest...

Orfeo y Eurídice en 'El mismo mar', de Amos Oz

En un remoto pueblo de pescadores al sur de Sri Lanka María le pregunta a Rico ¿Monja? ¿Camarera? ¿Virgen? ¿Qué te gustaría que fuera esta noche? Todo menos tu madre. Ya vale. Pero antes tocaremos la flauta. Aquí no. Vamos a la playa y allí puedes tocar para mí y contarme un cuento. Una a una salen las barcas al mar con un vaivén de lámparas lamiendo las olas con sus remos como lenguas sobre un pecho. María va con la falda hinchada por el viento y él, descalzo, con vaqueros y camiseta, camina no con ella sino un poco detrás de ella: cuando tocaba siempre atraía a los animales, las plantas, los campos, las montañas se inclinaban para escuchar, los ríos se salían de su cauce, las tormentas del norte se congelaban para no estropear ni una nota, los pájaros se callaban, ni siquiera las sirenas cautivaban porque estaban cautivadas. Cuando murió su amada bajó al valle tenebroso tras ella, hechizó a  Perséfone  con su música, de los ojos de las ...

"Tempus fugit" en el Siglo de Oro

Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido al sol relumbra en vano; mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano; y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello; goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, no sólo en plata o vïola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. LUIS DE GÓNGORA “¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde? ¡Aquí de los antaños que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; las Horas mi locura las esconde. ¡Que sin poder saber cómo ni a dónde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue...

"Orfeo y Eurídice", 'Metamorfosis', Ovidio

   De ahí por el inmenso éter, velado de su atuendo de azafrán, se aleja, y a las orillas de los cícones Himeneo tiende, y no en vano por la voz de Orfeo es invocado. Asistió él, ciertamente, pero ni solemnes palabras, ni alegre rostro, ni feliz aportó su augurio;  5 la antorcha también, que sostenía, hasta ella era estridente de lacrimoso humo, y no halló en sus movimientos fuegos ningunos. El resultado, más grave que su auspicio. Pues por las hierbas, mientras la nueva novia, cortejada por la multitud de las náyades, deambula, muere al recibir en el tobillo el diente de una serpiente.  10 A la cual, a las altísimas auras después que el rodopeio bastante hubo llorado, el vate, para no dejar de intentar también las sombras, a la Estige osó descender por la puerta del Ténaro, y a través de los leves pueblos y de los espectros que cumplieran con el sepulcro, a Perséfone acude y al que los inamenos reinos posee,  15 de las sombras el señor, y pul...

"Tempus fugit", 'Arte de amar', Ovidio

¡Acordaos ya de la vejez que ha de llegar! Así ningún tiempo pasará para vosotras de vacío. Mientras podéis y vivís todavía años primaverales, divertíos: los años se van como el agua que corre; ni la ola que pasó volverá de nuevo ni la hora que pasó puede regresar. Hay que aprovechar la edad: con pie rápido se desliza la edad, y la edad que sigue no es tan buena como fue la primera. Yo en estas plantas que se marchitan he visto violetas: de estas espinas se me regaló una agradable corona de rosas. Llegará el día en que tú, que ahora expulsas a tus amantes, muerta de frío y vieja te encontrarás tirada en la noche desierta, y no se romperá tu puerta en las riñas de las noches ni encontrarás por la mañana tu umbral esparcido de rosas. ¡Con qué rapidez, pobre de mí, el cuerpo se aja con las arrugas, se pierde el color que hubo en el rostro resplandeciente y el pelo blanco que podrías jurar que tenías desde jovencita se extiende de pronto por toda tu cabeza! Las serpientes...

"Faetón", Raymond Queneau

Oropimente pirita carbón ágata... precipicios... noche clara sementera de estrellas El aire incrusta de tornasoles la hora de ignoto pórfiro... El espacio se traga el sonido en su vastas orejas... En los caminos desiertos que por negros abandonan los dementes El granito se hace más pesado y toda gravedad se modifica Y el humilde heliotropo que se posaba sobre el tórax del esquisto Corre hasta el fondo de los años funerarios sin carro ni criterio La carretera desaparece el fruto de las esfera y del rubí madura Su pie se roza contra el océano y el sol empalado se mece en la punta de los montes

'Faetón', "Metamorfosis", Ovidio

LIBRO II  El real del Sol era, por sus sublimes columnas, alto, claro por su rielante oro y, que a las llamas imita, por su piropo, cuyo marfil nítido las cúspides supremas cubría; de plata sus bivalvas puertas radiaban de su luz. A la materia superaba su obra; pues Múlciber allí  5 las superficies había cincelado, que ciñen sus intermedias tierras, y de esas tierras el orbe, y el cielo, que domina el orbe. Azules tiene la onda sus dioses: a Tritón el canoro, a Proteo el ambiguo, y de las ballenas apretando, a Egeón, las inabarcables espaldas con sus brazos,  10 a Doris y a sus nacidas, de las cuales, parte nadar parece, parte, en una mole sentada, sus verdes cabellos secar; de un pez remolcarse algunas; su faz no es de todas una misma, no distante, aun así, cual decoroso es entre hermanas. La tierra hombres y ciudades lleva, y espesuras y fieras  15 y corrientes y ninfas y los restantes númenes del campo. De ello encima, impuesta fue del fulgente ...